Para aprender música, el monje Guido d´Arezzo, en Toscana, encontró una canción en la que cada verso empezaba con una nota más alta y cambió el texto por otro en latín, de manera que la primera sílaba de cada uno de los versos en latín se correspondiera con una nota en la escala musical.
Le quedó “Utqueant laxis, Resonare fibris, Mira gestorum, Famuli tuorum, Solve pulliti, Labi reatum, Sancte loanes”.
Más tarde la primera y última sílabas cambiaron: Ut pasó a ser Do, y Sa pasó a ser Si. Había creado las notas musicales.
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