martes, 14 de abril de 2009

Hospital

Llega al trabajo. Viste de blanco. Calla por los codos.
Sonríe a los pacientes. Les conoce a todos.

Cecilio: De niño le amputaron una pierna. Colostomía.
Luz: 80 años de cariño. Apendicitis.
Álvaro: Su mejor compañero de pasillos. Limpieza por sonda en la zona perineal.
Román: Ovolactovegetariano, cristiano de creencias propias, y jefe de Boy Scout. Piedra en el riñón.
Carmen: Alzheimer y miedo, mucho miedo. Amputación en el pie (a causa de una mala diabetes).
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Ayer regresó a casa llorando.
Había muerto Pilar. Mujer charlatana, risueña, arreglada. Ernia inguinal que se complicó. Retenía líquidos. Grandes úlceras en las piernas. Fue muy rápido, apenas cinco días.

Hoy tampoco fue un buen día.
Cuando entró en la habitación 729, Lucía no estaba en la ventana. Abuela agradecida y sonriente. Cuando la operaron de apendicitis, se le infectó la herida, y sus débiles defensas la llevaron a una infección bacteriana. Aguantó casi un mes.
Pero lo peor no ha sido eso.
Ella había pasado horas con Lucía. Le había hecho la cama. La había lavado. La había ayudado a levantarse. La había tranquilizado. La había tomado la temperatura y la tensión. Le había puesto inyecciones. Había curado los puntos de la ernia. Había estado allí cuando estuvo a punto de entrar en parada cardíaca. Había controlado su oxígeno...
Y ni siquiera había derramado una lágrima.
Eso la asustó.
¿Qué vendría mañana?
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