lunes, 9 de febrero de 2009

Una sonrisa.

El viernes dormí con él. Me llevé el pijama que me regaló.
El sábado, en mi casa, me puse el pijama que había usado toda la semana, y el domingo por la mañana lo eché a lavar.
El domingo (ayer) por la noche, me puse de nuevo el pijama que me regaló.
Y esta noche, al volver a ponérmelo, me he dado cuenta de que ya se me había olvidado que su aroma aún estaba impregnado en mi ropa de dormir.

Es lo que siempre me ha encantado de la vida.
Tal vez sea una cabrona a veces, pero tiene un gran sentido del humor.
Y saber verlo puede hacer milagros.

Ya llegará mi abrazo. Mañana. Pasado mañana... Eso de repente parece haber perdido importancia.
Por el momento pasaré la noche con su olor pegado a mi piel.
Y si mañana por la noche vuelvo a sentirme falta de mimos... ¡Bueno, siempre me quedará abrazar a mi Blanqui!

Qué hija de perra. Cómo sabe qué tonterías son capaces de hacerme sonreir...
.

No hay comentarios: