Siento últimamente escribir tan esporádicamente por aquí, pero una serie de motivos me han obligado a ello:
-En primer lugar, una maravillosa semana de vacaciones en el pueblo bastante divertida y con una compañía sumamente agradable (sobre todo durante el fin de semana), que me ha impedido todo tipo de contacto con internet y otras comunicaciones. Vamos, un quasi aislamiento del mundo exterior que se ha agradecido notablemente; aislamiento al que sólo he permitido acceder a unos pocos privilegiados que sabía que sólo me lo harían más agradable.
-En segundo lugar, mi vida no se ha vuelto trepidante ni apasionada. Esperad... Error de concepto. Mi vida no ha dejado de ser trepidante ni apasionada, pero ya me he acostumbrado a dicha forma de vida de tal manera que no sé exactamente qué anécdotas contar y cuáles no. Además, las que realmente contienen chicha y que le molaría escuchar a todo el mundo... Os parecerá extraña la siguiente frase viniendo de mí, que siempre habla de todo tipo de temas sin tabú alguno, pero... Lo siento, son demasiado personales. Y no, no es porque hablen de sexo y erotismo a raudales, sino porque es algo demasiado íntimo, demasiado mío, demasiado de dos, para regalárselo a cualquier lector de este blog.
-Y en tercer y último lugar, supongo que el gran motivo por el cual hace tanto tiempo que no me paso por aquí podría calificarse como "problemas de agenda" (la excusa más barata y cutre que existe, pero paradójicamente, la que mejor y más "como una reina" te hace quedar).
Aparentemente, hoy será un día normal. Me he levantado tarde, en breves me iré a sacar al perro y a comprar el pan; si la hora no pasa de la una y cuarto tocaré un poco el violín, y si lo hace esperaré su llamada y tocaré después (o no).
Pero hay algo en el ambiente. Algo que hace que el día vaya a ser especial y único. Algo que me dice que todo saldrá bien (de nuevo) y que será maravilloso (otra vez). Y es que todo está por descubrir: su llamada ("¿Qué me dirá?"), el verle esta tarde ("¿A dónde iremos?"), y por supuesto, su tan esperado regalo, ya a punto de ser terminado, y que espero poder entregarle la semana que viene, o en quince días a más tardar (por el momento no os puedo contar lo que es, porque es una sorpresa, pero... ya veréis).
Y de nuevo una eterna sonrisa me ilumina el rostro. Sólo son días normales y corrientes, días comunes... Pero que una sabe cómo hacer brillar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Bea lo sabe!! xDDD
Pásalo bien ahora que estás de vacaciones, Doctora Amor, que cuando regreses te tengo preparada artilleria pesada.... :D
Bea
Publicar un comentario