miércoles, 29 de octubre de 2008

Unos minutos en tren.

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Bajas del tren. Nos besamos, y entre tú y yo suena el pitido y las puertas se cierran. Leo tus labios diciendo que me quieres. Vuelvo a nuestro asiento, que ahora ya no es nuestro, sólo mío. Y sólo por un rato.

Miro por la ventana. No sé que me ocurre, pero me quedo absorta viendo el paisaje pasar. Me evado completamente de todo cuanto me rodea. Y deja de haber tren, asiento, o ventana. Por un momento, deja todo de estar presente: mi destino, mi origen, la parada en la que te bajaste, e incluso ese abrazo que empleé para acurrucarme en el hueco de tu hombro.

Pienso, sin saber muy bien en qué.
Tal vez en mi día en la universidad, del que de repente caigo en que no te he contado nada.
Tal vez en cierta contraseña de la que me enteré ayer; "notocorda". Malditos enfermeros en potencia...
Tal vez en los huesos de la mano: el carpo, los metacarpianos, y las falanges; cada uno de dichos grupos con sus respectivos nombres dependiendo del huesillo del que hablemos.
Tal vez no pienso en nada de eso, sino en ti. En nuestra conversación de esta mañana. En la hora y media paseando por Guadalajara haciendo caso omiso del frío.
Tal vez pienso en este fin de semana, del cual hasta ahora sólo había pensado en disfrutar saliendo viernes y sábado con gente que hace siglos que no veo, y del que de pronto he sido plenamente consciente de que serían cuatro días sin verte, pues mañana ya te vas.

O tal vez no pienso en nada.

Entonces vibra mi móvil. Sé que eres tú, y un vistazo a la pantalla lo confirma. Caigo en la cuenta de que siempre llegas a casa cuando mi tren para en la estación de Coslada, minuto arriba, minuto abajo.
Vuelvo a mirar por la ventana, pero esta vez sí soy consciente del lugar por el que paso. Es el recinto ferial de mi ciudad. Recojo rápidamente, y me dispongo a bajar al andén antes de pasarme de parada.

De nuevo, soy consciente de las sonrisas de esta mañana. De los mimos y caricias de esta tarde. De los susurros de toda la semana...
Y también de todo lo demás. De las risas con los colegas de la uni. De lo realizada que me sentí cada vez que acabé una tarea pendiente. De lo a gusto que se está ahora con mis padres...

Y soy consciente de que, por unos minutos, mi vida estuvo muerta.
Y, como siempre que apareces de nuevo, me hiciste volver a nacer.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando sepa que estás triste, que tu vida muere por unos minutos, cuando sepa que te falta algo, sacaré fuerzas de donde no las haya para hacerte saber que estoy contigo en todo momento, ¿qué digo?... ¿acaso hace falta saber que estás así para darte a conocer mi compañía? Siempre estaré a tu lado, pase lo que pase.

Otra cosa... Estate tranquila, van a ser cuatro miserables días, ¿que son cuatro días al lado de toda una vida? destínalos a quedar con la gente a la que hace siglos que no ves, quedar con Vane, Bea, Jose Laura, Ibai... Los caminos de hierro volverán a unirnos pasado el fin de semana. Disfrútalo y pórtate bien! jeje. Te amo, más que a mi vida!