domingo, 17 de mayo de 2009

Emociones.

Una lágrima humedece mi rodilla. Y otra. Es la número 32.


Tercera parada del trayecto. Como siempre, voy sentada junto a la puerta. Sólo miro al suelo. Un montón de pies enfundados en sus zapatos, zapatillas, sandalias y botines, aguardan impacientes que ésta se abra para bajar del tren.
Frente a mí, unas Reebok blancas, calcetines amarillos, y pantalón de chándal. Otra lágrima.


La puerta se abre. Los pies avanzan. De pronto, un papel en mi pierna. Miro a los viajeros que han bajado. Supongo que el papel es de aquel chaval, el que baja las escaleras sin volver la vista. Pero sólo lo supongo, porque antes no le he visto la cara.

Bajo la mirada de nuevo. Ahí está el pedazo de papel, doblado a la mitad. Lo abro. Hay algo escrito:

"No hay imagen más dura, triste y bella, que la de un ángel herido camuflado en la multitud."
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