Como sabiamente predije esta mañana, ésta va a ser una noche sin luna.
Y la de hoy, una tarde bastante poco prolífera, y un tanto pensativa.
Mientras por fuera soy una chica calmada y un tanto paradilla; por dentro no paran de asaltarme recuerdos y sensaciones, demasiado deprisa siquiera para saber de qué se tratan.
Me he quedado reflexionando acerca de algunas entradas de los últimos blogs por los que me he pasado.
Que decían que lo jodido es tener que elegir un camino.
Que hablaban de sueños y futuros frustrados.
Que opinaban acerca del equilibrio entre todas las cosas que rigen nuestras vidas.
Y he decidido que quiero dedicar esta entrada a todas las personas que alguna vez han viajado, viajan, o viajarán en el tren de mi vida.
A aquella profesora de infantil que me tenía tanto cariño.
A mi madre, que me enseñó lo mucho que me quería el día que, tras darme un bofetón, lloró por mí.
A mi padre, que nunca me dejó escoger el camino fácil (para bien, o para mal).
Al primer amor, púramente platónico, que jamás supo que yo existía, y que me permite mirar hoy al presente y darme cuenta de lo lejos que he llegado.
A ese chico que, con catorce años, en la habitación de un hotel del sur de España me hizo llorar de risa a base de cosquillas y me regaló mi primer "te quiero".
A aquel niño al que con sólo quince años partí el corazón.
A esa chica tan estupenda que un día me preguntó: "Oye, ¿yo soy tu mejor amiga?".
Al recuerdo de aquel mejor amigo que me acompañaba a la estación de tren y que, aún a día de hoy y tras tres intensos años, no sé por qué lo hacía.
Al clímax de aquel viaje que me abrió los ojos al mundo: París.
A todos los que me dijeron algo tan simple como: "Si escribir es tu sueño, escribe."
A tu beso de esta mañana.
A esas niñas que, a pesar de la distancia, siguen ahí.
Al chico que me saca nueve años, al que hace casi siglos deseaba ver todos los días, que hizo posible que el rasgueo de su guitarra y mi voz se fundieran en un sólo sonido, que me descubrió nuevas músicas, y al que hoy en día, considero apenas algo más que un dulce a la par que amargo recuerdo.
A todos los compañeros de la facultad.
A mi mejor amigo, compañero, y amante.
A aquellos que un día que quisieron.
A aquellos que un día me odiaron.
A mi pequeño Tomiche.
A las hojas del otoño, que tan importantes fueron siempre en mi vida.
A los hijos que un día tendré (espero).
A todos los que aún están por llegar.
Hay días, como hoy, que siento que necesito reconciliarme con la vida. Hacer un pacto con ella. Yo la valoro a ella, la quiero, y la acepto tal como me viene dada, con sus cabronadas y con todos sus puntazos; y a cambio, ella me hace feliz. A su manera, claro...
Os quiero a todos.
Sobre todo a ti, VIDA.
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